Durante décadas, el triste destino de las tortugas de Fernandina y de Floreana ha sido un tema clásico de la literatura sobre Galápagos, que ha mostrado el daño producido por el hombre tras su entrada en el paraíso.
Ahora, sin embargo, la historia acaba de dar un giro insospechado. Investigadores de Yale aseguran que la tortuga no está extinta y que deben quedar decenas de ejemplares viviendo en la más grande de las islas del archipiélago, Isabela. Debieron ser llevadas allí en algún momento del siglo XIX por el hombre y han seguido han procreando, porque los científicos han encontrado a sus descendientes, ejemplares híbridos mezclados con la tortuga propia de allí.
Todo es fruto de un trabajo llevado a cabo por biólogos de la Universidad de Yale y publicado en la revista 'Current Biology'. El trabajo sugiere que los descendientes directos de al menos 38 individuos de pura raza de la tortuga de Floreana ('Chelonoidis elephantopus') viven en las cuestas volcánicas de la costa norte de la isla Isabela, a más de 300 kilómetros de su hogar ancestral en Floreana.
"No es sólo un ejercicio académico" ha afiramdo Gisella Caccone, del Departamenteo de Ecología y Biología Evolutiva de Yale y autora princial senior del trabajo, al servicio de noticias Eurekalert. "Si podemos encontrar a esos individuos, podremos restaurar la población y devolverlos a su isla de origen. Esto es muy importante, ya que estos animales son especies clave que tienen un papel crucial en mantener la integridad ecológica de las comunidades insulares".
En la isla Isabela, que es la más grande del archipiélago y tiene cinco conos volcánicos, alguno de ellos activos, viven unos 7.000 ejemplares de tortugas, divididos en dos especies, la del sur ('Chelonoidis vicina') y la del norte ('Chelonoidis becky'). Los investigadores visitaron el extremo norte de la isla y tomaron muestras de 1.600 tortugas y los compararon con una base de datos genética de las especies vivas y extintas. Lo hicieron en torno al volcán Wolf, al norte de la isla.
Un análisis posterior detectó, sorprendentemente, los patrones genéticos de la tortuga de Floreana en 84 ejemplares, de una forma que indicaba claramente que uno de los padres de la tortuga había sido un miembro de raza pura de la especie desaparecida. Además, algunos de esos ejemplares eran sumamente jóvenes, pues 30 de los 84 híbridos tenían menos de 15 años, lo que invitaba a pensar que los progenitores deben seguir vivos dado que la longevidad de estos animales es grande y se ha sabido de ejemplares que han alcanzado casi los dos siglos en cautividad.
Estudiando los patrones genéticos de los híbridos encontrados, los científicos han llegado a la conclusión de que tiene que haber al menos 38 ejemplares puros de tortuga de Floreana viviendo en Isabela para haber producido ese número de vástagos y con esa variedad genética.
"Hasta donde sabemos, este es el primer informe del descubrimiento de una especie por medio de seguimiento de las huellas genéticas dejadas en los genomas de su descendencia híbrida," afirma Ryan Garrick, de la Universidad de Mississipi y autor líder del artículo aparecido en 'Current biology'.
Los autores del estudio consideran que sería conveniente buscar a los ejemplares puros que quedan en la isla para intentar montar con ellos un centro de reproducción que permita recuperar la especie. Según su trabajo, hay bastantes ejemplares y variedad genética como para asegurar la viabilidad de la descendencia. Además, afirman que, aunque no hubiera suficiente cantidad de ejemplares puros, la cría intensiva de los híbridos entre sí podría permitir recuperar la especie de Floreana.
Los investigadores no pueden asegurar cómo es posible que las tortugas de Floreana aparecieran en Isabela, pero teniendo en cuenta la intensa caza, tráfico y comercio que el hombre realizó durante siglos, están convencidos de que algún barco las cargó en una isla y las abandonó en la otra. Sin saberlo, estaban salvando los últimos ejemplares de la extinción en su hogar natal.
No deberías haber tocado las tortugas. Podrías estar presa por hacerlo.
ResponderEliminarNo deberíamos respirar, podríamos morir por ello...
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