domingo, 15 de abril de 2012

El misterio de las neuronas


Las neuronas de tu sistema nervioso no solo son incapaces de dividirse para dar lugar a nuevas células –como ocurre con otros tejidos del cuerpo– sino que se mueren de manera incesante a lo largo de la vida. Se ha calculado que esta muerte se produce a razón de una neurona por segundo, de manera que desde que comenzaste a leer este párrafo tienes unas 10 neuronas menos.

“¡Menudo desastre! –puedes pensar– ¡a este paso me quedaré sin cerebro en un santiamén!” Pero no, no te preocupes, todo tiene su explicación. La comprensión de cualquier proceso biológico cristaliza con elegancia una vez que somos capaces de observarlo desde una perspectiva evolutiva. ¿Existe entonces alguna razón biológica para que las neuronas, esas células tan importantes que dan lugar a la mente, no se dividan? Desde luego; tu propia mente, la máquina del “yo”, está en juego.

Un número inmenso de neuronas

En primer lugar, el hecho de que pierdas una neurona por segundo no es gran cosa si lo comparas con el número de ellas que trae de serie tu sistema nervioso. Es más, calcular todas las neuronas que pierde de manera natural una persona a lo largo de la vida es un ejercicio excelente para comprender la enorme cantidad de células que tenemos ahí dentro. Trabajar con números muy grandes resulta poco natural para la mente humana, ya que no está preparada para imaginar lo que son miles, millones y miles de millones.

Nuestros ancestros podían salir de caza y traer para la cena un par de ciervos, pero ninguno tenía una despensa tan grande como para llegar por la noche cargado con 86.000 millones de ciervos, ni siquiera  de castañas. Ese es el número de neuronas que tienes en el encéfalo. ¿Puedes imaginar lo que significa esa cifra?
Podemos hacernos una idea de lo grande que es ese número con el ejercicio que antes comentaba: calcular las que pierde una persona a lo largo de, por ejemplo, 85 años de vida; es decir, calcular los segundos que ha vivido al alcanzar esa edad. Una vez multiplicados años, días, horas, minutos y segundos nos sale esta cifra: 2 680 560 000. Ya ves, entre 2 000 y 3 000 millones de neuronas que se pierden a lo largo de una vida. ¡Pero tenemos 86 000 millones! El número es tan grande que, incluso perdiendo una por segundo, al cabo de 85 años todavía queda ¡el 96,9 % del total!

La memoria y el “yo” requieren estabilidad

Bueno, ya hemos solucionado un problema: ha dejado de preocuparnos el que las neuronas se nos mueran de forma incesante. Pero todavía nos falta encontrar algún sentido evolutivo al hecho de que las neuronas no se dividan para dar lugar a células nuevas. Incluso teniendo muchas, nunca está de más que el tejido tenga la capacidad de regenerarse con rapidez en el caso de algún tipo de lesión o para aumentar las capacidades cognitivas si fuera necesario; al fin y al cabo las células de otros tejidos del cuerpo humano se dividen sin ningún problema. Pero hay al menos una razón, una poderosa razón: tu identidad.

Tu mente consciente, tu “yo”, es el resultado de la arquitectura y la actividad del encéfalo. Todos los días, cuando te despiertas por la mañana, vuelves a ser la misma persona del día anterior. Para que esto sea así es necesario que se mantenga de alguna manera la memoria. Sin memoria no existes, desapareces y te reinventas a cada instante. La manera que tiene nuestro sistema nervioso de mantener una memoria y un “yo” a lo largo del tiempo es manteniendo la organización arquitectónica y funcional de la estructura que los sustenta, es decir, manteniendo la estructura de tu encéfalo. Para ello es preciso que las neuronas y sus conexiones tengan una cierta constancia, que se mantengan en el tiempo. Si las neuronas del encéfalo tuviesen un recambio constante como ocurre con otros tejidos sería muy difícil o imposible mantener estable el llamado “yo” autobiográfico.

El proceso evolutivo ha sacrificado la capacidad de división de las neuronas de tu encéfalo para mantener una mente con memoria, algo que supuestamente tiene sus ventajas a la hora  de moverse por el mundo. Es importante tener en cuenta que la formación de la memoria requiere al mismo tiempo una cierta plasticidad, precisamente para la formación de nuevos recuerdos, para la modificación de los existentes y, también, para la pérdida de muchos otros. Esa plasticidad se consigue modificando la cantidad y la función de las sinapsis, esos lugares de interacción entre neuronas. Se trata por lo tanto de un sistema estable pero con una cierta capacidad de modificación.

Evolución y autorregeneración

Parece que todo cuadra. Pero todavía nos queda un cabo sin atar, algo que requiere una explicación: se trata del crecimiento de prolongaciones a partir de una célula ya existente. Los axones –las prolongaciones que usan las neuronas para enviar sus mensajes eléctricos– del sistema nervioso periférico pueden regenerar sus terminaciones tras una lesión y volver a funcionar correctamente. No cabe duda de que es una función útil, que se pone en marcha, por ejemplo, cada vez que dañas las terminaciones sensoriales de la superficie de la piel. Sin embargo, ante un daño en sus axones, las neuronas del sistema nervioso central –las que tienes en tu encéfalo y médula espinal– son incapaces de regenerar correctamente sus conexiones y volver a reorganizarse, lo cual sería muy útil en caso de una lesión medular o en accidentes o enfermedades que afecten al encéfalo. ¿Hay algo que explique esta diferencia? Sí, y para ello cedo la palabra a un gran neurocientífico, Manuel Nieto Sampedro, experto en plasticidad neural:

En el sistema nervioso periférico “los individuos lesionados tienen tiempo y oportunidad de reproducirse y, por ello, el proceso evolutivo ha podido seleccionar y conservar mecanismos de plasticidad neural que permiten la reparación de lesiones”. Sin embargo la  cosa cambia en el sistema nervioso central (SNC), ya que en este caso las lesiones de una cierta intensidad “impiden la vida normal y si, caso improbable, el individuo lesionado sobrevive, su posibilidad de reproducirse es prácticamente nula. Así, las posibles mutaciones conducentes a una reparación efectiva de lesiones en el SNC no tienen posibilidad de seleccionarse y ser conservadas. De ahí que la reparación espontánea de lesiones en el SNC de los mamíferos no ocurra”.

Neuronas recién nacidas

Con todo, desde hace unos años sabemos que existe una cierta capacidad de generación de neuronas nuevas en el SNC. El hecho de que las neuronas no se dividan no es incompatible con la posibilidad de que, de manera controlada y limitada, se incorporen neuronas nuevas al sistema nervioso adulto mediante su formación a partir de células troncales: a esto se le llama neurogénesis.


La existencia de neurogénesis en el SNC de los seres humanos es un importante tema de investigación y debate en la neurociencia actual. En los últimos años se ha descubierto que, efectivamente, todos tenemos células troncales en nuestro encéfalo que pueden originar neuronas nuevas. Todavía no se sabe el alcance y las funciones de este proceso de neurogénesis, pero en algunas regiones del encéfalo, como en la corteza olfativa o el hipocampo, parece que ocurre de manera constante. Según esto, hay zonas encefálicas que reciben a lo largo de la vida un aporte regular de neuronas que sustituyen a otras que van muriendo. Todo apunta a que este proceso es muy limitado y compatible con la estabilidad estructural que he comentado más arriba. El descubrimiento de neurogénesis en el SNC adulto abre una nueva puerta a la investigación de terapias que permitan la reparación controlada en caso de lesiones o enfermedades neurodegenerativas.

Conclusión

A modo de resumen, esta es pues la situación: las neuronas de tu SNC se mueren poco a poco, pero tienes tantas que la cosa no es preocupante. En caso de necesitar una reserva extra de neuronas, hay un pequeño problema, ya que esas células no se dividen; son los costes de mantener la integridad estructural y funcional del sistema. Aún así, hay dos procesos de regeneración en marcha: los axones de las neuronas periféricas pueden restaurar sus conexiones tras una lesión y, por otra parte, en algunas regiones del SNC se han constatado procesos de neurogénesis que dan lugar al nacimiento constante de un limitado número de neuronas a lo largo de toda la vida.


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