En el año 1513, Ponce de León avistó por primera vez lo que él creía que era una isla y la bautizó como Florida. Tras varios días de navegación por su costa, anotó en su diario que “existía una corriente de fuerza tal que, a pesar del viento favorable, no los dejaba a avanzar y por el contrario los obligaba a retroceder, lo cual resultó ser un acierto; al final supimos que la corriente era más fuerte que el viento“. Aquella anotación era la primera constancia escrita de la existencia de la corriente del Golfo, la primera vez que los europeos descubrían que existía un gran río oceánico. Otra de las embarcaciones que viajaban con Ponce de León trató de echar el ancla en aquel lugar y pronto, anotó su capitán, “fue arrastrada por la corriente y se perdió de vista, aunque el día era claro”.
El libro “La corriente del Golfo”, de Stan Ulanski, es un resumen de esta maravillosa historia de barcos cargados de oro, corsarios y tormentas a la vez que una disección de la corriente del Golfo desde el punto de vista científico y de la fauna marina. En sus 300 páginas, Ulanski ofrece un retrato fascinante de la corriente del Golfo desde todos los ángulos, explica cómo los marinos españoles encontraron la ruta de regreso a Europa por el norte del Atlántico, cómo los piratas se establecieron en torno a estas rutas, cómo influye en la vida de las especies marinas o cómo, siglos después, Benjamin Franklin descubrió la enorme diferencia de temperatura que se producía entre el interior de la corriente y el resto del océano.
Con un caudal de unos 80 millones de m³/s, este gigantesco flujo no es comparable con ningún río de la Tierra. “La corriente del Golfo mueve aguas en dirección al polo norte a una velocidad que equivale varios cientos de veces al flujo combinado de los ríos Amazonas y Misisipi“, escribe Ulanski. El río es visible a simple vista, en las zonas limítrofes se advierte el cambio de coloración al pasar de un lado a otro. La corriente se mueve a gran velocidad y el agua es más caliente, incluso la fauna es distinta. Las temperaturas del agua superficial son de unos 27ºC, unos ocho grados más elevadas que fuera de la corriente. Para hacerse una idea de la energía que transporta en su viaje hacia el polo, se calcula que la cantidad de calor que traslada la corriente del Golfo supone cuatrocientas veces el consumo de energía de EEUU en un año.
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