viernes, 23 de marzo de 2012

El "río" en medio del océano


En el año 1513, Ponce de León avistó por primera vez lo que él creía que era una isla y la bautizó como Florida. Tras varios días de navegación por su costa, anotó en su diario que “existía una corriente de fuerza tal que, a pesar del viento favorable, no los dejaba a avanzar y por el contrario los obligaba a retroceder, lo cual resultó ser un acierto; al final supimos que la corriente era más fuerte que el viento“. Aquella anotación era la primera constancia escrita de la existencia de la corriente del Golfo, la primera vez que los europeos descubrían que existía un gran río oceánico. Otra de las embarcaciones que viajaban con Ponce de León trató de echar el ancla en aquel lugar y pronto, anotó su capitán, “fue arrastrada por la corriente y se perdió de vista, aunque el día era claro”.

La corriente del Golfo es un inmenso río oceánico que se desplaza desde el golfo de México hasta el Atlántico Norte y el motor del giro que regresa al continente americano a través de las Canarias. La corriente tiene una profundidad de unos 100 metros y una anchura de más de 1.000 km en gran parte de su recorrido, lo que la hace visible desde el espacio. “Hay un río en el océano”, escribió el científico estadounidense Mathew Fontaine Maury en 1855 para describir este fenómeno que regula la circulación de agua del Atlántico, que no solo desempeña un papel crucial en el equilibrio climático del planeta, sino que ha sido parte fundamental de la historia de occidente desde el descubrimiento de América hasta nuestros días.

El libro “La corriente del Golfo”, de Stan Ulanski, es un resumen de esta maravillosa historia de barcos cargados de oro, corsarios y tormentas a la vez que una disección de la corriente del Golfo desde el punto de vista científico y de la fauna marina. En sus 300 páginas, Ulanski ofrece un retrato fascinante de la corriente del Golfo desde todos los ángulos, explica cómo los marinos españoles encontraron la ruta de regreso a Europa por el norte del Atlántico, cómo los piratas se establecieron en torno a estas rutas, cómo influye en la vida de las especies marinas o cómo, siglos después, Benjamin Franklin descubrió la enorme diferencia de temperatura que se producía entre el interior de la corriente y el resto del océano.

Con un caudal de unos 80 millones de m³/s, este gigantesco flujo no es comparable con ningún río de la Tierra. “La corriente del Golfo mueve aguas en dirección al polo norte a una velocidad que equivale varios cientos de veces al flujo combinado de los ríos Amazonas y Misisipi“, escribe Ulanski. El río es visible a simple vista, en las zonas limítrofes se advierte el cambio de coloración al pasar de un lado a otro. La corriente se mueve a gran velocidad y el agua es más caliente, incluso la fauna es distinta. Las temperaturas del agua superficial son de unos 27ºC, unos ocho grados más elevadas que fuera de la corriente. Para hacerse una idea de la energía que transporta en su viaje hacia el polo, se calcula que la cantidad de calor que traslada la corriente del Golfo supone cuatrocientas veces el consumo de energía de EEUU en un año.

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