Eres libre? Seguramente crees que sí, aunque tal vez esa libertad quede un poco diferente en tu mente después de hacer juntos el experimento que estoy a punto de proponerte. ¿Estás listo? Bien porque en este juego voy a adivinar tu pensamiento. ¿Estás preparado para algo así?
Piensa en la primera herramienta que te venga a la cabeza. ¿La has pensado ya?
Ahora piensa en una fecha, ¿ya? Bueno, prepárate entonces para que lea tu pensamiento, esta experiencia te hará entender mejor tu forma de pensar si reflexionas lo suficiente sobre ello.
Veamos, tu color favorito es el azul, ¿me equivoco? La herramienta en la que has pensado es el martillo o puede que hayas cambiado sin saberlo finalmente y hayas pensado que es mejor la llave inglesa. No lo sé muy bien, esas son las dos herramientas que me vienen a la mente ahora. En cuanto a la fecha, deja que piense. Veo velas, veo una tarta. Veo gente cantando…”cumpleaños feliz”. ¡Has elegido tu fecha de cumpleaños! ¿Qué tal ha ido la adivinación?
Seguramente he acertado y te estarás preguntando qué diantres ha pasado. La explicación es sencilla e inquietante al mismo tiempo. Sencilla por lo intuitivo de la respuesta, inquietante por las implicaciones del resultado.
Y seguramente ya habrás imaginado por dónde van los tiros. La respuesta la encontrarás en el menú de tu teléfono móvil. ¿Hay una llave inglesa dibujada como icono de alguno de los apartados? Ahí está la respuesta.
La explicación tiene que ver con nuestra memoria y con la forma en la que aprendemos las cosas. Una forma mediante la cual conseguimos que se nos queden los conceptos es la repetición. Si queremos que se nos meta algo en la cabeza lo repetimos una y otra vez. Hay veces en que repetimos las cosas sin darnos cuenta. Eso es precisamente lo que ha ocurrido aquí.
En el caso del martillo y la llave inglesa, han sido utilizadas con mucha frecuencia como iconos y lo siguen siendo, para representar las herramientas. Así que cuando nos piden que pensemos en la primera herramienta que nos venga a la cabeza, pensamos en una de esas dos.
Es decir, que al igual que hacíamos en el colegio para aprendernos la lección, repetir una y otra vez, hay lecciones que hemos aprendido sin pretenderlo, por repetición. Y lo curioso es que esas ideas aprendidas sin darnos cuenta aparecen inocentemente en nuestras cabezas como si de ocurrencias nuestras se tratasen, pensamos que se nos ha ocurrido a nosotros, y no es más que una idea aprendida del entorno.
Y eso da lugar a la siguiente pregunta. ¿Se puede llegar a cambiar nuestra forma de pensar manipulando nuestro entorno, pueden conseguir que tomemos por ideas y decisiones propias las que realmente no lo son? ¿Puede convertirse así nuestro propio pensamiento en un enemigo de nuestra libertad? Y lo que es más importante, ¿hay gente que conoce cómo funciona nuestra mente y lo usa para su propio beneficio?
Cuando planificamos el futuro en nuestro cerebro se activan casi las mismas zonas que cuando recordamos el pasado. No sería raro que usáramos el pasado para imaginar nuestro futuro, y que por lo tanto nuestro futuro estuviera condicionado por nuestro entorno del pasado.
Por cierto, casi se me olvidaba. Con la fecha suele ocurrir algo similar. El de nuestro nacimiento es un momento importante para nosotros y la fecha está muy presente en nuestras vidas, así que pensamos en ella enseguida.
En cuanto al color, es simplemente estadística, casi la mitad de las personas tienen como color preferido el azul, seguido del verde y después el rojo por ese orden. ¡Y yo que me sentía muy especial por tener de colores favoritos el azul y el verde!
Un segundo experimento
Ahora vamos con un segundo experimento sobre algo relacionado y que complementa éste de forma bastante interesante. Puede que esta segunda parte no funcione al ser presentada por escrito, cosa que sí sucede al enseñarlo de forma hablada. Si no te funciona, existe la posibilidad de que lo pruebes con personas de tu entorno, presentándolo del mismo modo en que aquí se hace pero de viva voz. Vamos allá…¿Está bien dicha y escrita la frase “aré lo que pude”? Piensa en ello y antes de seguir leyendo da una respuesta.
Si eres como la mayoría de la gente habrás respondido que está mal dicho, que la forma correcta de decirlo sería “hice lo que pude”. Bueno, cambiemos un poco la frase. ¿Está correcta la expresión “aré la tierra lo que pude”?
Ahora te habrás dado cuenta de forma rápida de que el verbo que acabo de usar es el verbo arar y no hacer, y que por lo tanto está bien dicha la frase, tanto ésta como la de arriba. Pero sin embargo al principio no te diste cuenta de que el verbo utilizado era el verbo arar. ¿Por qué el error? ¿Por qué se produce antes un despiste y después con la palabra tierra de por medio ya no?
El verbo hacer lo usamos con mucha más frecuencia que el verbo arar y lo usamos además asociado a la expresión “hice lo que pude” mucho más que el otro verbo. Así que nos ha pasado igual que antes con el martillo, que es lo primero que nos viene a la mente, pensamos mucho antes en el verbo hacer que en el verbo arar. Sobre todo con la expresión utilizada.
Aquello que aparece en nuestra memoria, nos ayuda a entender la frase de una manera u otra, en el caso que nos ocupa conduciéndonos al error. Cuando hemos mencionado la palabra tierra, el error desaparece, ¿por qué? Porque está relacionada dicha palabra con el verbo arar, al mencionarla en la frase consigue traer rápidamente a nuestra mente consciente dicho verbo y propicia que interpretemos la frase de la forma correcta desde el principio.
Así que no solamente nuestro entorno influye en nuestros pensamientos sino que además esos pensamientos pueden hacer que entendamos la realidad de una forma o de otra dependiendo de cuales sean. Usamos nuestro conocimiento del mundo para entender la realidad y ese conocimiento lo adquirimos del entorno, aunque sin ser conscientes de ello muchas veces. Y lo aprendemos de una determinada forma, de tal modo que eso hará que nuestra forma de pensar dependerá en parte no solamente de qué aprendimos, sino de la forma en la que lo hicimos. ¿Aprendimos siempre dos hechos de nuestra vida como inseparables sin darnos cuenta por ejemplo? ¿Hemos aprendido a entender determinados aspectos de nuestras vidas con las mismas ideas? ¿Y si a unas situaciones que entendemos siempre con unas ideas les aplicamos otras que corresponden con situaciones muy distintas?
Si utilizamos las ideas de nuestra mente consciente en un momento dado no parece raro que un mismo estímulo nos cause sensaciones e impresiones muy diferentes en función de nuestro aprendizaje previo. ¿Alguna vez has leído un libro y al leerlo por segunda vez todo te pareció diferente? ¿Las cosas del libro tenían un sentido muy distinto de la que tuvieron durante la primera lectura? Tal vez sea porque el lector no era exactamente el mismo la segunda vez, hubo un aprendizaje en medio. El sistema educativo se basa en esto mismo, en lo que Piaget llamaba la zona de desarrollo próximo. Un niño chico no podrá entender la filosofía que hace de la vida un físico teórico. Le falta un largo camino interior de enlazar ideas hasta llegar a sentir y comprender al físico.
Todo lo comentado es lo que lleva también a la gente a encontrar una cara en una roca de marte oa ver platillos volantes en una mancha de una foto,o a tener prejuicio contra el diferente. Es lo que hace que “en ocasiones” la frase “cree el ladrón que todos son de su condición” tenga razón. De cualquier forma, si algo nos caracteriza como especie es nuestra capacidad para el aprendizaje. Estamos a tiempo de aprender.
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